Primera versión en Rebelión el 26 de octubre de 2010

David Ruiz, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Oviedo, ya había dedicado un libro a la revolución del 34. Se trata de Insurrección defensiva y revolución obrera. El octubre español de 1934 (Labor, 1988), que sintetiza la gestación y desarrollo de los acontecimientos de aquel año con la concisión (160 páginas) de una monografía académica. Debido a este tono de la obra, muchas cosas se le quedaron sin duda en el tintero a uno de los mejores conocedores de la historia del movimiento obrero en la España de aquel tiempo y esta es la razón de que en un volumen reciente Octubre de 1934. Revolución en la república española (Síntesis, 2008), haya regresado sobre el tema en un libro bastante más extenso (399 páginas), muy minucioso y que termina por dibujar la visión más completa que sobre él es posible encontrar en este momento. Otra diferencia entre los dos volúmenes es que el 1986 incorporaba un amplio aparato de notas y éstas no existen en el de 2008, indicando claramente que va destinado a un público más amplio.

Con su prosa irónica en ocasiones y siempre amante del detalle, David Ruiz nos presenta a los protagonistas de los hechos, políticos y sindicalistas de todas las tendencias, y asistimos al advenimiento de una república que nace con el apoyo de la mayor parte de la población. Los socialistas, con alguna pequeña resistencia inicial, se ofrecen a colaborar con ella, y el libro analiza la labor de gobierno de sus tres ministros, Fernando de los Ríos, Indalecio Prieto y Francisco Largo Caballero. Hay que esperar a la reorganización y triunfo de la derecha para que el PSOE y la UGT comiencen a tramar en 1934 y  bajo la dirección de Largo Caballero, unos planes insurreccionales que no arrastran muchos entusiasmos, pero que su empecinamiento personal hará seguir adelante.  Se nos presenta después el desarrollo de la revuelta en diversas partes de España, el rápido fracaso en Cataluña de la deriva soberanista que tomaron los hechos, y las huelgas y agitaciones que se registraron en distintas zonas, sofocadas rápidamente sin mayores dificultades.

Se pasa después a estudiar “la excepción de Asturias”, que sólo es posible entender a partir del pormenorizado análisis que se realiza de la historia del movimiento obrero en esta región, con sus diversos enclaves socialistas, anarcosindicalistas y comunistas. Ante la indiferencia o la abierta incomprensión de los dirigentes estatales, las organizaciones obreras asturianas fueron capaces en 1934 de superar sus discrepancias y diseñar una unidad de acción que junto con el armamento y la dinamita disponibles marcarían la diferencia asturiana en los días de la insurrección. Ésta se describe después con todo lujo de detalles, desde las victorias iniciales hasta el derrumbe y la represión final, con especial atención a los dos frentes principales de la lucha, el de la ciudad de Oviedo y el de Campomanes, al pie del puerto de Pajares, donde los mineros resistieron varios días la embestida de las tropas desplazadas desde León. Para terminar se analizan las consecuencias de la derrota y el destino de los protagonistas de los hechos.

Con el cúmulo de información que nos aporta y el estudio que de ella se realiza, el libro termina por dibujarnos la imagen completa de un absurdo táctico con unos directores de orquesta en la cumbre que apenas se creían su partitura y unas masas para las que ésta en la mayor parte de los lugares resultó ser una insurrección abortada más de las que se prodigaban en aquellos años.  Permite también comprender cómo y por qué fue solamente en la Asturias del carbón, de los chigres y la dinamita, donde el proletariado, con una fuerte conciencia de clase, unido y organizado, alcanzó a protagonizar una sublevación que pudo mantenerse victoriosa durante varios días.