Primera versión en Rebelión el 22 de octubre de 2014

Personaje fundamental en las luchas sociales de la primera mitad del siglo XX en Asturias, Belarmino Tomás fue uno de los líderes de origen obrero que llegaron en aquellos años a los puestos de mayor responsabilidad política. Asumió tareas cruciales durante la huelga general del 17, la revolución del 34 y la Guerra Civil, y el trascurso del tiempo hace aparecer su figura como la de un hombre inteligente, capaz y buen negociador, que supo estar a la altura de una época demasiado difícil. Varios libros recientes nos acercan a su biografía. El primero de ellos, más extenso y que seguiremos fundamentalmente aquí, es Belarmino Tomás, soberano de Asturias, del langreano Juan José Menéndez García (Gran Enciclopedia Asturiana, 2000). Los otros se deben a dos de sus nietos: Buscando a Belarmino Tomás de Jorge Belarmino Fernández Tomás fue editado por la Semana Negra de Gijón en 2009; es notable en él la justificación bien argumentada que presenta de la asunción total de competencias por el Consejo en agosto de 1937. Belarmino, uno más de los sin nada de Rafael Fernández Tomás, publicado en Gijón en 2013, entrelaza los grandes hitos de su vida con datos de sus últimos días y el periplo de la familia tras su fallecimiento; son destacables también los detalles sobre la gestión de la guerra por el Consejo y la resistencia desesperada de los republicanos después de la caída de Santander.

Belarmino Tomás Álvarez nace en 1892 en un hogar pobre de San Julián de Lavandera, cerca de Gijón, y con un año de edad va con su familia al barrio del Llano, cuando su padre se incorpora a las obras del nuevo puerto de El Musel. Con el fin de éstas, regresan a la aldea y con once años ya tenemos a Belarmino trabajando en la mina de yeso de la Sierra. Las labores para el ferrocarril que habría de conectar Gijón con las cuencas y nunca llegó a funcionar comienzan por entonces, y padre e hijo son contratados, al tiempo que transforman su casa en pensión. Con la interrupción del proyecto, la familia vuelve a Gijón, donde Belarmino se gana un jornal como peón en distintas faenas y asiste a las clases nocturnas de Benito Conde.

Con trece años, Belarmino reside con su familia en La Felguera, donde trabaja de ayudante de albañil y después en una tornillería y una tejera. En 1906 venga una injusticia laboral con un errado ladrillazo a un capataz que provoca su despido por “revolucionario”. Al mes siguiente baja a la mina. En poco tiempo lo tenemos ya afiliado a la agrupación socialista de Sama, y en el pozo Fondón trajina de guaje junto a Manuel Llaneza, el líder del socialismo asturiano, posteador en la misma mina, que se convierte en su ídolo. Llaneza vivía entonces con una identidad falsa, pues tras la huelga de la Fábrica de Mieres tenía prohibido trabajar en Asturias. Pronto es descubierto y despedido.

En 1908, Belarmino es nombrado contable del primer sindicato profesional “El despertar del minero”, donde los anarquistas eran más numerosos. Él en realidad nunca dejó de admirar los métodos de acción directa de los libertarios, que en ocasiones no dudó en aplicar, pero con el regreso de Manuel Llaneza a Asturias y la fundación en 1910 del Sindicato de Obreros Mineros de Asturias (SOMA), afiliado a la UGT, Belarmino Tomás se convierte en uno de los puntales de la nueva organización. En 1911, en la primera huelga convocada por el SOMA en apoyo a los estibadores de Bilbao y Santander, es uno de los que inutilizan con dinamita las instalaciones de las minas del valle del Aller, que no la secundaban. Este paro fue la primera victoria del SOMA. Tras el fracaso de la gran huelga general revolucionaria de 1917, la represión es brutal, hecho que acabará poniendo a la UGT en la senda del reformismo. Belarmino ya estaba casado por entonces con la langreana Severina Álvarez y en 1914 había nacido su primer hijo, Urcesino. Perseguido tras la huelga, consigue refugiarse en Lavandera y poco después, en compañía de otro prófugo y provistos de cédulas con nombres falsos, emprenden viaje en tren hasta Zaragoza, y de allí a Utrillas, donde llegan en unos días. En Aragón, Belarmino permaneció cinco meses, trabajando de vigilante protegido por un medio-pariente. Allí nació su hija Pura Tomás.

En junio de 1918, Belarmino regresa a Asturias con la promesa formal por parte de Indalecio Prieto de que si tuviera algún problema, intervendría personalmente en su favor. Los años siguientes están marcados para el SOMA por enfrentamientos con el sindicato católico del valle del Aller, que dieron lugar en Moreda a los sangrientos sucesos de 1920, y por la escisión de los comunistas en 1921. Belarmino Tomás es la mano derecha de Manuel Llaneza en la dirección del sindicato, aunque en otros momentos les toca perder votaciones y pasar a la oposición dentro de éste. La colaboración de la UGT y el SOMA con la dictadura de Primo de Rivera, que generó críticas en las propias filas socialistas, tuvo dos firmes puntales en estos hombres. Esta época está también marcada por la asunción por el SOMA de la gestión del pozo San Vicente, interesante experiencia de socialización en la que Belarmino tuvo un papel destacado, y por la competencia del carbón inglés y alemán, que puso en un brete la viabilidad económica de las minas asturianas. En 1923 nace el tercer y último hijo de Belarmino Tomás, Agripino.

En 1931 muere Manuel Llaneza y en las elecciones de abril, Belarmino Tomás es elegido concejal en Langreo. El bienio del gobierno Azaña es en Asturias de una intensa agitación social, liderada por la CNT, y además, la política anticlerical desarrollada en los ayuntamientos da lugar a enfrentamientos con los sectores más reaccionarios. Tras las elecciones de 1933 y con la derecha ya en el poder, la represión arrecia y la amenaza fascista hace posible una unidad obrera que toma la iniciativa en octubre de 1934. En esta sublevación del proletariado asturiano, Belarmino Tomás tuvo un papel muy destacado. Así, forma parte del comité ejecutivo provincial que se nombra en un primer momento, presidido por Bonifacio Martín, y llega a encabezar el tercer comité, que fija su residencia en Sama el 13 de octubre, cuando ya la situación de los revolucionarios era desesperada y sólo quedaba pactar la rendición.

El 18 de octubre, como último recurso, Belarmino Tomás acude a Oviedo a entrevistarse con el general López Ochoa. No esperaba salir vivo de aquella, pero lo arrastra el empeño de negociar unas condiciones aceptables. Ofrece la rendición y consigue que la entrada de las tropas en las cuencas se aplace hasta el día siguiente y que los marroquíes vayan en la retaguardia. De regreso en Sama no fue fácil convencer a los sublevados de que depusieran las armas. Se hablaba abiertamente de traición y durante su discurso desde el balcón del ayuntamiento, Belarmino vivió uno de los momentos más duros de su vida, aunque al fin logró que la rendición fuera asumida por todos. El día 19 entran las tropas en Langreo y comienza una represión a consecuencia de la cual, a finales de 1934, se calculan diez mil detenidos en Asturias. Esta fue una de las causas de la alta participación de las elecciones de 1936 y del triunfo del Frente Popular. En estas elecciones, Belarmino Tomás consigue un acta de diputado a Cortes.

En junio de 1936, una gran huelga, que se gana finalmente, sacude la minería asturiana. En julio estalla la sublevación fascista. Belarmino Tomás preside el comité provincial del Frente Popular, que se establece en Sama de Langreo. Con el gobernador retenido en Oviedo y el predominio ácrata de Gijón, está ubicación es comprensible. En septiembre de 1936, todos los partidos y sindicatos piden a Madrid el nombramiento de un gobernador general en la persona de Belarmino Tomás Álvarez. El 23 de diciembre, por decreto del gobierno de la república, se crea el Consejo Interprovincial de Asturias y León, cuya presidencia asume éste. Hay discrepancias con el gobierno central y el 22 de abril del 37, presenta la dimisión, pero no es aceptada. Este organismo llega a emitir papel moneda y valores postales y, a partir del 24 de agosto, se declara Consejo Soberano de Asturias y León y toma todas las competencias relativas a la guerra y el orden público.

La derrota militar concluye el 20 de setiembre, cuando Belarmino y los otros miembros del Consejo embarcan en El Musel y tras una maniobra de distracción en que simulan dirigirse a Galicia, logran llegar a Douarnenez en Bretaña, desde donde viajan a Cataluña. Aunque las opiniones sobre la actuación de Belarmino en aquellos meses cruciales varían, en función sobre todo del sesgo ideológico de los que las emiten, parece claro que fue capaz de liderar el consenso y la unidad de acción características del bando republicano en Asturias. De todas formas, la suya es sobre todo la crónica de una derrota anunciada cuando a pesar del coraje guerrero y revolucionario derrochado, fuerzas muy superiores y mejor equipadas atacaban por todos los frentes.

En Barcelona, Belarmino formó parte del comité ejecutivo de la ASRA (Agrupación Socialista de Refugiados Asturianos), que trataba de coordinar la ayuda para los que iban llegando. Aparte de esto, fue nombrado por Prieto, ministro de Defensa a la sazón, Comisario General del Aire. Con este motivo realizaría varios viajes a la base de San Javier en Murcia. Asiste también, en 1938, en Inglaterra y Francia a reuniones de la Federación Internacional de Mineros, de la que era vocal. En Barcelona nació su primer nieto, hijo de Pura Tomás y de su marido Rafael Fernández, también dirigente socialista y que andando el tiempo llegaría a ser primer presidente de la Asturias autonómica entre 1978 y 1983.

El hundimiento de la república lleva a Belarmino Tomás a Francia. Nunca regresaría ya a España. Como miembro de la élite republicana, se libra del trato denigrante infligido por el gobierno francés a los que llegaban de España. Con su familia se dirige a Burdeos y poco después a París. Estos días tuvieron que llorar la muerte del nieto nacido en Barcelona. No es hasta principios de 1940 que Belarmino y su esposa consiguen un visado para México. La negativa a firmar un escrito de apoyo a Negrín dificultó las cosas y sólo con la constitución de la JARE, promovida por Prieto, se agilizaron por fin. Este tiempo fue utilizado para gestionar la evacuación a América del mayor número posible de mineros ugetistas recluidos en campos de concentración franceses. El 27 de marzo de 1940 embarcan en Marsella él, su mujer y su hijo pequeño, pues los otros ya estaban en México y el 17 de abril llegan a Veracruz.

En México se reúne la familia y todos adquieren el estatus de refugiados políticos. Belarmino trabaja después como representante para una fábrica de alpargatas (Donnay S. L.), haciendo esto compatible con su militancia en la Internacional de Mineros, que lo lleva a realizar viajes por Estados Unidos (1945) y Centro y Sudamérica (1946), cuando en setenta y dos días visita diez países, dedicando gran parte de su energía a refutar las afirmaciones difundidas por los comunistas sobre la UGT. En esta época, organiza además campañas de solidaridad con los asturianos supervivientes de los campos nazis, algunos de los cuales le habían hecho llegar peticiones de ayuda, y también con los socialistas que habían quedado en Asturias. El 14 de setiembre de 1950, Belarmino Tomás muere de un infarto de miocardio que en principio fue confundido con una enfermedad estomacal. Enterrado en la capital mexicana, su cadáver fue repatriado en 1984 y hoy reposa en el cementerio de Pando (Langreo).

Recordado en el callejero de varias ciudades asturianas, pero olvidado en la memoria colectiva, Belarmino Tomás merece ser recuperado como uno más de aquellos que tantearon lo imposible en unos años especialmente duros de la Historia.