Primera versión en Rebelión el 6 de mayo de 2020

Lúcido pensador y activista entusiasta siempre a lo largo de su dilatada y asendereada vida, Rudolf Rocker, hubo de lidiar con los peores fantasmas del siglo XX, y contra ellos lanzó sus dardos teóricos más afilados. Sus libros inspiraron a varias generaciones de militantes, mientras sus artículos enriquecían periódicos anarquistas de medio mundo. Todos ellos, artículos y libros, disponibles algunos en ediciones virtuales, merecen ser recuperados y leídos porque, como muestra El nacionalismo como fuente de beneficios, lacolección de textos que Pepitas de calabaza acaba de poner en circulación, iluminan problemas perfectamente actuales.

Rudolf Rocker nació en Mainz en 1873, y comenzó muy pronto una militancia socialista y después anarquista que lo llevó al exilio en 1893. Destacó en éste como dinamizador de la conciencia de clase entre los míseros obreros judíos del East End londinense a través del sindicalismo y la edición de los periódicos Arbeter Fraynd (en yiddish, El amigo del obrero) y Germinal, hasta que sus protestas antibelicistas durante la Gran Guerra provocaron su encarcelamiento y una represión del movimiento de la que éste ya no se recuperaría. En 1918 regresa a Alemania y trabaja en la reorganización del anarcosindicalismo fundando la FAUD (Freie Arbeiter-Union Deutschlands), caracterizada por una estrategia revolucionaria contra el estado y cualquier forma de nacionalismo que utilizaba como instrumentos acción directa y educación.

La llegada de Hitler a la cancillería arrastra a Rocker a un nuevo exilio, esta vez en Estados Unidos, donde se establece en agosto de 1933 con su compañera Milly Witkop, ucraniana de origen judío, y su hijo Fermín (nombrado así en homenaje a Fermín Salvochea). En tierras americanas continuará su labor, como conferenciante y también editando un periódico anarquista judío, Fraye Arbeter Shtime (en yiddish, La voz del trabajador libre). Allí vive las ilusiones de la Revolución española de 1936 y apoya a los aliados durante la segunda guerra mundial, lo que le trajo críticas dentro del movimiento ácrata. En la postguerra continuó con su activismo y su trabajo teórico. Entre sus obras destaca Nacionalismo y cultura, que vio la luz en 1937, enjundiosa aproximación a la pugna de estos dos conceptos antitéticos a través de la historia y alegato bien razonado por un nuevo socialismo humanitario. Rudolf Rocker falleció en la comuna Mohegan, cerca de Nueva York, en 1958.

A la espera de la próxima aparición de Nacionalismo y cultura en edición de Pepitas de calabaza, este mismo sello nos ofrece en el volumen reseñado una recopilación de once artículos de nuestro pensador fechados entre 1931 y 1936 en los que desarrolla algunas de las ideas del libro. Estos textos, de los que se ha perdido su versión original, han sido espigados de publicaciones libertarias en castellano (Barcelona y Buenos Aires), y vienen con una introducción de Francisco Madrid y José Luis Oyón, destinada sobre todo a sintetizar las raíces y peculiaridades del pensamiento antinacionalista de Rudolf Rocker.

La lógica perversa del nacionalismo

La recopilación arranca con un breve opúsculo que señala la diferencia entre el federalismo por un lado, una organización social basada en la igualdad de derechos y deberes de la que encontramos ejemplos desde la prehistoria hasta las comunas rurales o gremios medievales, y el centralismo por otro, encarnado en el Estado y la Iglesia, verdugos de la autonomía individual que la federación respeta y proyecta a una dimensión mayor.

Estas premisas sirven a Rocker para analizar en los fragmentos que siguen las complejas circunstancias que se daban en Europa en los comienzos de los años 30. Su diagnóstico es que el nacionalismo violento y vengativo de los nazis seduce a las masas porque la socialdemocracia ha renegado del internacionalismo de Marx y Engels, como se vio entre 1914 y 1918, y lo mismo hace el Partido Comunista Alemán (PCA) durante el conflicto del Ruhr. Para Rocker, la integración de los partidos proletarios en los parlamentos burgueses lleva aparejada una asimilación de los ideales nacionales que dominan éstos. Así se frustra el internacionalismo imprescindible a la lucha obrera, diluido en la dinámica de los estados, que es la del capital, como la historia muestra cumplidamente.

Rocker se declara anacionalista y federalista, es decir, contrario a la unidad nacional y partidario de las comunidades y pueblos se organicen y relacionen libremente, y también socialista, defensor de una economía al servicio de los individuos y no a la inversa. No le resulta difícil encontrar ejemplos de que las épocas de mayor florecimiento cultural, como la Grecia clásica o el Renacimiento italiano, estuvieron marcadas por fragmentación y no por unidad nacional. Cultura y Estado son así para él conceptos antitéticos.

En “La peste del fatalismo racial” nuestro pensador se rebela contra los sectores del proletariado que consideran inevitable la guerra y hace un llamamiento a desenmascarar las falacias con las que se adoctrina a los convocados como carne de cañón, pues nunca intereses más sucios se vistieron de ropajes más seductores. Se trata de desnudar las ambiciones ocultas como antídoto contra la resignación y el pesimismo. “El patriotismo como fuente de beneficios” muestra con ejemplos impactantes de manejos de los Krupp y compañía, cómo la industria de armamento no tiene otra pulsión que el lucro, aunque predique para el prójimo el alto honor de morir por la patria

En la serie de artículos titulada “El camino al Tercer Reich” se profundiza en el diagnóstico de la situación política en Alemania. Se constata que el proletariado, dividido en la fatal transición de la primera a la segunda internacional, desarbolado ideológicamente en los antros de la política burguesa, incapaz de neutralizar los poderes fácticos de los junker prusianos y la gran industria pesada, y seducido por los cantos de sirena nacionalistas, ha caído al fin bajo la bota de una reacción fanatizada y belicista. Contribuyó también a la debacle la sumisión del PCA a las directrices estalinistas, pues “no se puede reivindicar la libertad cuando se aspira a la dictadura”. El volumen concluye con un artículo publicado en Tierra y libertad en septiembre de 1936 en el que Rudolf Rocker se identifica con la lucha del pueblo español y acierta a ver en ella un capítulo decisivo del combate final contra el fascismo para el que toda la humanidad debía prepararse.

El nacionalismo como fuente de beneficios nos nutre de datos y argumentos contra las falacias con que el poder consolida la esclavitud económica, sutiles instrumentos de dominación que sus estrategas siguen manejando hoy mismo. Bertrand Russell señaló en una ocasión: “La obra de Rocker supone una contribución fundamental a la filosofía política, tanto por su análisis profundo y amplio de muchos autores famosos, como por su brillante crítica a la idolatría del Estado, la superstición más difundida y funesta de nuestro tiempo.”