Primera versión en Rebelión el 25 de enero de 2021

Agustín Guillamón (1950) ha estudiado en detalle los conflictos de poder en la Cataluña revolucionaria durante la Guerra Civil, y es autor de una serie de libros imprescindibles sobre ellos. Se trata de títulos como Los comités de defensa de la CNT, de 2011 y con numerosas reediciones; Insurrección. Las sangrientas jornadas del 3 al 7 de mayo de 1937, de 2017; o Nacionalistas contra anarquistas en la Cerdaña, en colaboración con Antonio Gascón y de 2018. La matanza del cuartel Carlos Marx, el pequeño volumen recién publicado por Calumnia, tiene su origen precisamente en un anexo del segundo de estos libros, y documenta más extensamente un olvidado episodio de represión ocurrido en mayo de 1937 en Barcelona.

Los acontecimientos descritos se enmarcan en los conocidos como Hechos de mayo, esto es, la insurrección de los libertarios y el POUM en Cataluña, y principalmente Barcelona, contra su creciente e irrefrenable marginación por parte de las fuerzas más ligadas al gobierno de Valencia. Durante los días 3 al 8 de mayo hubo enfrentamientos que provocaron aproximadamente cuatrocientos muertos, y la situación sólo se resolvió con el envío de cinco mil guardias de asalto contra los sublevados, y con los llamamientos a éstos de dos ministros anarquistas, Joan García Oliver y Federica Montseny, para que depusieran las armas.

El libro recoge las diligencias judiciales efectuadas tras la aparición de doce cadáveres abandonados por una ambulancia el 8 de mayo de 1937 en un recodo de la carretera de Bellaterra a Cerdanyola. Josep Vidal Lecha fue designado juez instructor del caso el día 10, y ese mismo día por la tarde se persona en el cementerio de esta última localidad en compañía del forense y tres agentes de policía. La identificación que se ordena permite poner nombre a seis de los cuerpos a partir de las informaciones que se van recabando, y el día 11 se incorporan al sumario los resultados de las autopsias, que revelan evidencias de torturas y heridas de bala que podían corresponder a fusilamientos, así como tiros de gracia en la cabeza. En las jornadas siguientes, diversos testimonios permiten que otros cuatro cadáveres sean identificados.

Solidaridad Obrera denuncia en su número del día 12 de mayo el asesinato de doce militantes de las Juventudes Libertarias. De las investigaciones del redactor se desprende que algunos de éstos viajaban en coche el día 4 hacia la sede del comité regional de la CNT, cuando fueron detenidos por gente armada en las proximidades del cuartel Carlos Marx controlado por el PSUC, hacia el que luego fueron conducidos. Desobedeciendo la consigna de no avivar el descontento de los libertarios contra los estalinistas, el artículo clama contra los criminales y hace votos por que sean juzgados y condenados.

La crónica de un mitin de la CNT en el teatro Olympia el día 21 de julio sirve para darnos una idea de la orfandad en que todos estos sucesos iban dejando a las bases del sindicato. Ante una multitud enfervorizada, Federica Montseny, que acababa de abandonar el ministerio de Sanidad en el gobierno republicano, denuncia el sinsentido de tener que pedir la libertad de los presos antifascistas que llenan las cárceles un año justo después de que el golpe militar fuera aplastado en Cataluña. Fustiga luego a los que hacen campaña contra la CNT para culparla de toda la represión de elementos fascistas ocurrida durante las jornadas de julio. Su discurso halaga a sus oyentes, pero con un populismo que ignora la realidad, y no es capaz de aportar una estrategia viable en un momento de persecución por parte del gobierno republicano. El objetivo de éste era claro: desmoralizar a las bases cenetistas al tiempo que se captaba a sus líderes, y neutralizar así el proceso revolucionario.

La obra finaliza resumiendo los datos disponibles sobre la identidad, filiación, lugar de detención y aspectos más relevantes de la autopsia para los doce asesinados. La conclusión es que se trataba de jóvenes libertarios que fueron arrestados, en la mayor parte de los casos, en las proximidades del cuartel Carlos Marx, y que su militancia anarquista fue el argumento esencial contra ellos. Posteriormente fueron torturados bárbaramente y fusilados, y sus cadáveres transportados en una ambulancia hasta cerca de Cerdanyola. El sumario incoado fue sobreseído el 3 de diciembre de 1937 y los responsables de las atrocidades nunca tuvieron que responder ante la Justicia.

La matanza del cuartel Carlos Marx nos habla de crímenes olvidados en páginas sombrías de la historia, crímenes sin investigación ni culpables, y sin reparación ninguna, ni siquiera simbólica, episodios ultrajantes para cualquier sentimiento humano, que sólo la historiografía puede ya poner en claro. Hemos de agradecer, por ello, a Agustín Guillamón su trabajo de luz y memoria contra las telarañas del pasado, y que traiga consu libro un gentil ramo de flores al sepulcro de los que sólo reclamaban un mundo nuevo y mejor para todos nosotros.