Primera versión en Rebelión el 17 de enero de 2024

En la España republicana de 1934, con las derechas en el poder y un panorama turbador de fascismos triunfantes en Italia, Portugal, Alemania y Austria, la entrada en el gobierno de Madrid de tres ministros de la CEDA fue interpretada por muchos como un claro indicio de que aquí también nos esperaba lo peor. En esta tesitura, el PSOE de Largo Caballero tomó la iniciativa y promovió una insurrección que, apresurada y mal trabada en el conjunto del país, estaba condenada al fracaso.

Algunos episodios de aquella revolución fallida de octubre de 1934, en los que ésta adoptó características diversas, son bien conocidos, como la revuelta obrera de Asturias o el movimiento nacionalista que se desencadenó en Cataluña, pero otros sin embargo, como lo ocurrido en la provincia de León, no lo son tanto. Club Xeitu acaba de editar los testimonios de dos militantes socialistas, Antonio Fernández y Modesto Cadenas, sobre sus experiencias de aquellos días en esta región, en un volumen al cuidado de Wenceslao Álvarez Oblanca y Víctor del Reguero, que aportan además un texto sintético sobre el octubre del 34 en tierras leonesas y numerosos documentos y fotografías. Su título es Laciana-León, 1934. La revolución de los mineros.

Los mineros leoneses en pie de guerra

A lo largo de 1934, mientras los socialistas preparaban la insurrección, desde la capital leonesa el comité revolucionario allí establecido informaba a la dirección nacional de unas perspectivas favorables para el movimiento, pero lo cierto es que cuando llegó la fecha clave del 5 de octubre sólo las comarcas mineras mostraron una actividad destacable. Las localidades de Santa Lucía, La Pola de Gordón, La Robla y Matallana de Torío, en la parte central del norte de la provincia, pasaron a manos de los trabajadores entre ese día y la madrugada del siguiente. El día 7 cayó Sabero y el cuartel de la Guardia Civil de La Vecilla resistió hasta el 9 de octubre, cuando los que lo defendían se retiraron a Boñar. Paralelamente, en el valle del Esla, al este, jóvenes de Acción Popular, partido integrado en la CEDA, se organizaron militarmente para frenar el levantamiento e impedir su conexión con los mineros de las cuencas palentinas.

Al oeste de estos escenarios, en Laciana, otra comarca carbonífera, colindante con Asturias y con capital en Villablino, los revolucionarios también lograron hacerse con el control en la noche del 5 al 6, aunque en Páramo del Sil encontraron bastante resistencia y no pudieron entrar hasta el día siguiente. Bembibre cayó el 7, al retirarse los guardias a Ponferrada, y por lo que respecta a esta ciudad, capital del Bierzo, el movimiento fracasó al no sumarse a él los trabajadores de las principales empresas. Siguiendo el plan previsto, en la misma noche del 5 al 6, en Villablino un nutrido grupo de mineros emprendió camino hacia León (100 km) en tres camionetas requisadas, un coche de línea y un vehículo particular que llevaba a los dirigentes. Su objetivo era incrementar los efectivos revolucionarios en la lucha por el control de la ciudad.

Con las primeras luces del día, el convoy llegó a la vista de la capital, pero tras varias horas de espera de una señal para internarse en ella, se recibió la orden de regresar a Laciana. En el viaje de vuelta, a la altura de La Magdalena, cuatro guardias civiles del puesto de Riello atacaron a los mineros y uno de éstos, Máximo Soto Díez, fue herido de muerte. Antes de llegar a Villablino, los insurrectos colocaron grandes piedras y árboles en la carretera y volaron el puente de Villar de Santiago. Un comité revolucionario asumió el poder local y se establecieron controles en los accesos. En una escaramuza en uno de ellos, cerca de Leitariegos, falleció el 8 de octubre Eugenia Ortega López. Tres días después, fuerzas militares apoyadas por aviación ocuparon Laciana y dieron comienzo a la persecución y captura de cientos de implicados en la revuelta.

Testimonios de dos protagonistas

Los militantes socialistas Antonio Fernández y Modesto Cadenas tuvieron un papel esencial en aquella sublevación frustrada y dejaron testimonios escritos sobre ella que son reproducidos en el libro. Antonio Fernández Martínez había nacido en 1900 en la Foz de Morcín (Asturias) y trabajó como minero en Laciana. En 1931 fue nombrado secretario provincial del sindicato de los mineros socialistas leoneses y tras su participación en los comités revolucionarios de octubre del 34 anduvo huido por Francia y Bélgica hasta febrero de 1936, cuando volvió a España y retomó sus labores en el sindicato.

El texto de Antonio Fernández ofrece un relato pormenorizado de los acontecimientos de los que fue protagonista desde que se comenzó a preparar la insurrección en enero de 1934, y aporta los nombres de las personas que intervinieron en cada momento y los datos de las reuniones y viajes que se realizaron. Se refieren las gestiones para adquirir armamento y se manifiesta preocupación por la escasa movilización en la provincia, aparte de las áreas mineras. Los planes para hacerse con la capital, que quedaron en nada, se describen también en detalle, así como el itinerario que Fernández siguió en Laciana cuando acudió a apoyar a los sublevados. La narración se interrumpe durante la huida, tras la caída de Villablino en poder de las fuerzas gubernamentales.

‘Modesto Cadenas’ era el nombre artístico con el que firmaba sus obras el pintor Modesto Sánchez Hernández, nacido en Madrid en 1898 y que gozaba de gran notoriedad y reconocimiento internacional. Militante del PSOE, en 1931 fue nombrado secretario en León de la oficina del Patronato Nacional de Turismo, y después participó en los hechos de octubre, lo que le obligó a exiliarse, también en Francia y Bélgica, hasta la amnistía de 1936.

El texto de Modesto Cadenas sobre el octubre leonés es más breve que el de Antonio Fernández y expone como él las diligencias para reunir armas, los planes para tomar León, en los que a él se le asignaron objetivos importantes, y la imposibilidad de alcanzar éstos. Cadenas se desplazó al igual que su compañero a Laciana, y con la derrota de los sublevados, tras unos días escondido, viajó a Valladolid y Madrid. El 6 de noviembre consiguió pasar a Francia.

Modesto Cadenas y Antonio Fernández fueron apresados en León poco después de la sublevación fascista y fusilados a las afueras de la ciudad en noviembre de 1936. Los textos suyos que se reproducen les fueron incautados tras su detención y se conservaron en el expediente de la causa incoada contra ellos, localizada en un archivo militar de Ferrol.

Las revoluciones no se improvisan

Ya con perspectiva de casi un siglo, el movimiento revolucionario de octubre de 1934 se podría definir sintéticamente como una insurrección mal planificada que se saldó con un fracaso estrepitoso. La consigna “¡Antes Viena que Berlín!”, esgrimida por los dirigentes socialistas que la impulsaron, reflejaba la intención de sacrificarse a un combate desigual, como los obreros austriacos, antes que correr el riesgo de ser perseguidos y eliminados sin lucha como acababa de ocurrir en Alemania. Sin embargo, las condiciones objetivas del movimiento resultaban enormemente adversas, lo que no debería haber escapado a la perspicacia del “Lenin español” que llevaba las riendas.

El trabajo de los historiadores dedicados a desentrañar los hechos de aquellos días sigue dando frutos, y con la publicación de Laciana-León, 1934. La revolución de los mineros, Wenceslao Álvarez Oblanca y Víctor del Reguero han logrado poner a disposición de todos, textos, fotografías y documentos de un escenario poco estudiado del Octubre del 34. El libro es un homenaje además a los protagonistas de aquella insurrección, hombres como Antonio Fernández y Modesto Cadenas, asesinados por el fascismo dos años después. Los entresijos que conocemos gracias a las crónicas de estos militantes socialistas nos introducen de lleno en las brumosas expectativas y el desánimo de aquel octubre lejano en tierras leonesas.