Primera versión en Rebelión el 21 de mayo de 2019

Las fuentes disponibles revelan ciertas características bastante sorprendentes del Ejército majnovista, y una de las más notables es la extrema juventud de sus miembros, la mayoría de los cuales eran varones menores de veinticinco años. No quiere decir esto, sin embargo, que el resto de la población no participara en la lucha, pues todos colaboraban en el flujo de información sobre los movimientos del enemigo y en la custodia del armamento escondido por aldeas y campos. Las mujeres fueron esenciales en esto, y también en las unidades médicas que atendían a los heridos. En el verano de 1919, cuando los majnovistas tuvieron que retirarse ante la acometida del Ejército voluntario de Denikin, muchas decidieron marchar con ellos, temerosas de lo que les esperaba a manos de los blancos.

Hay que decir además que algunas revolucionarias participaron activamente en los combates en el campo anarquista, y con las armas en la mano defendieron la libre organización de los explotados. Entre éstas, María Nikifórova ocupa un lugar muy destacado por su papel protagonista en muchos hechos de armas trascendentales de la revuelta de Ucrania, y por las extraordinarias cualidades que puso al servicio de la revolución en una época en que ésta arrancaba pujante, pero al mismo tiempo debía enfrentarse a enemigos poderosos y variados.

Contra la autocracia: primeras cárceles y exilio

Suele admitirse que María (Marusia) Grigórievna Nikifórova nació en 1885 en Aleksándrovsk (hoy Zaporiyia), ciudad ucraniana en el curso bajo de Dniéper, pero poco se sabe de su familia. Lo que parece confirmado es que cuando el siglo cambió ya se ganaba la vida en la ciudad ejerciendo diversos oficios y que muy pronto comenzó a militar en un grupo de anarco-comunistas que practicaban acciones terroristas. En el año 1908, detenida tras un atentado en el que resultaron muertos un cajero y un policía y se expropiaron 18 000 rublos, es condenada a la pena capital, aunque ésta es conmutada luego, por su juventud, a veinte años de trabajos forzados. Tras una temporada en la fortaleza de Pedro y Pablo, es enviada a Siberia para cumplirlos.

Marusia consigue escapar de su reclusión y llegar a Vladivostok, y en un periplo que recuerda al de Bakunin medio siglo atrás, embarca para Japón y de allí a los Estados Unidos. Tras una breve estancia en estas tierras, en la que publica con seudónimo artículos en las revistas ácratas en lengua rusa de Nueva York y Chicago, en 1912 la tenemos ya de regreso en Europa, concretamente en Francia. Al año siguiente visita España, y participa en un atraco en Barcelona, pero resulta herida y ha de atravesar otra vez los Pirineos. Aún en 1913 y residiendo en París, descubre su pasión por la pintura y la escultura y acude a una escuela de arte, contrae matrimonio con el anarquista polaco Witold Bzhostek, y conoce a Vladímir Antónov-Ovséienko, un exiliado político que andando el tiempo se convertirá en un importante jerarca bolchevique, hasta su fusilamiento en 1939.

Con el estallido de la Gran Guerra, nuestra revolucionaria está entre los libertarios que, como Piotr Kropotkin, toman partido por la Entente, y esto la lleva a una escuela militar francesa en la que se gradúa como oficial. No obstante, cuando, destinada en Salónica le llega la noticia de la Revolución de Febrero en Petrogrado, no se lo piensa dos veces y se encamina allí a arrimar el hombro en el prometedor proceso que acaba de arrancar.

Julio de 1917 a enero de 1918: revolución en Rusia y Ucrania

Durante las jornadas de julio en la capital, Marusia despliega una intensa actividad de apoyo a la revuelta y acude a Kronstadt a arengar a los marinos. Cuando el intento fracasa, perseguida por la policía, decide que es un buen momento para regresar a su tierra y así la tenemos pronto en Aleksándrovsk. A finales de agosto, la noticia del intento de Putsch de Kornílov contra Petrogrado le llega mientras da un mitin en Guliaipole junto a Néstor Majnó. A partir de esos días decisivos, colabora con el Bloque de Izquierdas (BI) contra los nacionalistas ucranianos de la Rada Central (RC) y los partidos reformistas. En septiembre, Marusia es encarcelada, pero se consigue que sea liberada, mientras los revolucionarios cada vez controlan la situación más firmemente.

Tras el golpe de octubre en Petrogrado, en Kyiv el gobierno nacionalista de la RC se niega a reconocer al que se ha constituido allí y en cada ciudad de Ucrania los soviets se van alineando con uno u otro bando, al tiempo que fuerzas armadas del BI, apoyadas por los anarquistas locales, irrumpen en el país. En esos días de otoño, Marusia organiza destacamentos de Guardias Negras en Aleksándrovsk y Yelizabetgrad (Kropyvnytsky), que resultan decisivos para controlar estas localidades. A finales de diciembre, se logra lo mismo en Járkiv y Yekaterinoslav (Dnipropetrovsk). En cada caso, se producen unos hechos que van a quedar asociados al nombre de Marusia Nikifórova: tras la ocupación de la ciudad, las mercancías de las tiendas y comercios se reparten entre los habitantes más pobres, como un acto de reparación y dilapidación simbólica de la acumulación capitalista.

La elocuencia de Marusia ante las masas, su entrega revolucionaria y su talento organizativo eran bien conocidos, pero estos momentos brutales alumbran también su capacidad militar. En enero de 1918, con el apoyo de su amigo parisino Antónov-Ovséienko, que se ha convertido en comandante de las fuerzas soviéticas en Ucrania, Marusia pone en marcha la “Druzhina (destacamento) de combate libre”, un tren blindado equipado con artillería y unidades móviles de caballería y tachankas, al que se une un contingente de marineros de la flota del mar Negro, combatientes formidables. Pronto el convoy, adornado con banderas negras, está en movimiento por los caminos de hierro de Ucrania, sembrando el terror entre los enemigos de la revolución. Ese mismo mes de enero, Crimea es ganada para la causa proletaria, y Yalta, Sebastopol y Feodosia aportan nuevas fuerzas a la Druzhina, que a finales de mes está de vuelta en Yelizabetgrad. Sin embargo, aquí, la inmediata expropiación de la burguesía que Marusia preconiza no es bien vista por las autoridades bolcheviques locales que “amablemente” la invitan a dejar la ciudad.

Febrero de 1918 a septiembre de 1919: el final del sueño

La capitulación de Brest-Litovsk voltea la rueda desastrosamente para los revolucionarios ucranianos. Los ejércitos austro-alemanes, con más de medio millón de combatientes, comienzan la ocupación del país y una represión sistemática que costará la vida a ochenta mil campesinos hasta su retirada en noviembre. Cuando, tras la huida de los bolcheviques, los contrarrevolucionarios toman Yelizabetgrad, Marusia regresa con todos sus efectivos y les planta cara. A finales de febrero se produce una lucha desesperada por la ciudad que enfrenta a los anarquistas y las unidades del BI que se van incorporando, contra fuerzas gubernamentales, mejor equipadas, incluso con aviación. No obstante, los rojinegros consiguen al fin imponerse y controlarán la ciudad hasta el 19 de marzo, tres días antes de la llegada de los alemanes.

Poco podían en Ucrania los 30 000 combatientes revolucionarios contra sus pujantes enemigos. En la penosa retirada, cuando la Druzhina confluye con destacamentos bolcheviques, se producen intentos de desarmarla que son esquivados. Los anarquistas deciden entonces acudir a Aleksándrovsk, para tratar de defender la ciudad. Aquí sí se alegran los bolcheviques, que a duras penas se mantienen en ella, de ver a Marusia y sus aguerridas gentes. Corre ya el mes de abril y la Druzhina combate heroicamente. El día 18 es la última unidad en retirarse cuando entran los alemanes.

Taganrog es el punto de encuentro de los revolucionarios ucranianos expulsados en aquellos días en que la caza de anarquistas por parte de los bolcheviques se había desatado ya por todo el país. Cuando llega a la ciudad, la Druzhina es desarmada y Marusia puesta bajo arresto. Enjuiciada por supuestos pillajes y un patético cargo de haber abandonado el frente, llueven telegramas de apoyo a la encausada, incluso de prominentes bolcheviques como Antónov-Ovséienko, y al fin se consigue que sea absuelta y la Druzhina rearmada. Toma ésta entonces un peligroso camino hacia el norte, por las tierras del Don recorridas por destacamentos de cosacos aliados de los blancos, pero poco se sabe de ella en los meses siguientes. Ya a finales de año, se tiene constancia de que participó en una operación contra los blancos que habían tomado Odessa tras la retirada de los austro-alemanes. La ocupación fue breve, pero Marusia la aprovecho para dinamitar la cárcel de la ciudad.

El desarme definitivo de la Druzhina se produjo en Sarátov. De allí Marusia es enviada a Moscú para ser juzgada por “pillajes”, “desobediencia a las autoridades soviéticas” y “desorganizar el frente”. Los amigos se vuelcan con ella y la sentencia, publicada en Pravda el 25 de enero de 1919 es considerablemente benigna para lo que se estilaba: seis meses sin poder ocupar puestos de responsabilidad. Tras leerla, viaja a Guliaipole, donde la autoorganización de las masas está alumbrando una nueva sociedad, pero sus dirigentes tratan de mantener un equilibrio, que se sabe precario, con los bolcheviques, y le piden que acate los términos de la sentencia. Ésta además se logra que se acorte durante la visita de Lev Kámenev en mayo, y Marusia decide ir a Berdyansk, en el mar de Azov y organizar allí un destacamento militar. Cuando esto resulta imposible, la alternativa que encuentra es volcarse en actividades terroristas.

En junio los majnovistas son puestos fuera de la ley por los bolcheviques. Marusia y Néstor mantienen por entonces un tenso encuentro en la estación de tren de Bolshói Tokmaj. Ella le pide dinero para la campaña de atentados que se propone comenzar, y cuando él se niega se encañonan con sus armas. Al fin el de Guliaipole acaba apoquinando 250 000 rublos y pidiéndole que desaparezca. El primer grupo, enviado a Siberia para dinamitar el cuartel general del almirante Kolchak, no logra su objetivo, pero un segundo, tras cambios de planes, reaprovisionamientos de fondos mediante atracos y captación de nuevos apoyos, consigue volar en Moscú, el 25 de septiembre, el edificio donde se celebraba una reunión del comité del Partido Comunista en la capital, matando a doce e hiriendo a cincuenta y cinco de sus jerarcas. 

Un tercer grupo, del que formaban parte la propia Marusia y su marido, tenía como diana el cuartel general de Denikin en Rostov, pero el 11 de agosto ambos fueron reconocidos y arrestados en las calles de Sebastopol. A los pogromistas y violadores del Ejército voluntario no les fue difícil encontrar cargos contra los dos revolucionarios y condenarlos a muerte. Ella, desafiante todo el juicio, sólo se rompió al despedirse de su compañero. Ambos fueron fusilados, pero no era aquella la primera vez que los periódicos anunciaban la muerte de la anarquista. Los que tenían buenas razones para temerla o amarla no dejaron de presentir su reencarnación en otras Marusias que en los años siguientes, por tierras de Rusia y Ucrania, comandaron destacamentos al ataque bajo fuego enemigo y fueron también aniquiladas en su inmortal sueño de libertad.

Fue ella la que dijo una vez: “Los anarquistas no prometemos nada a nadie. Sólo pretendemos que la gente sea consciente de su situación y tome las riendas de su destino.”

 

Documentación utilizada:

Memorias de Néstor Majnó (1927, 1936, 1937).

Nestor Makhno-Anarchy’s cossack. The struggle for free soviets in the Ukraine (1917-1921) de Alexander Skirda (2004).

Atamansha. The life of Marusya Nikiforova de Malcolm Archibald (2008).