Primera versión en Rebelión el 16 de enero de 2019

Ahora nos parece impensable, pero hubo un tiempo, no demasiado lejano, en el que los desposeídos, encuadrados en poderosos sindicatos revolucionarios, se atrevían a mirar desafiantes a propietarios, gobernantes, policías y curas. Lo hacían porque eran conscientes de haber hallado una grieta para resquebrajar el odioso orden del mundo. Sabían que habría que luchar para conquistar los cielos, pero estaban dispuestos y pertrechados para ello; por eso, mientras llegaba el momento, resultaba útil prepararse con acciones en las que se podían ir adquiriendo las destrezas necesarias. A aquellos ensayos del combate final inminente se les dio en llamar “gimnasia revolucionaria”.

En este contexto cabe entender lo ocurrido en Bujalance, localidad de la campiña cordobesa a unos cuarenta y cinco kilómetros de la capital en diciembre de 1933, hechos recogidos y explicados en Los sucesos revolucionarios de Bujalance, un folleto publicado en Madrid en 1934 por la biblioteca Plus Ultra. Dirección única acaba reeditarlo con una introducción del historiador José Luis Gutiérrez Molina.

Los hechos

Tras las elecciones que dieron el gobierno a las derechas en noviembre de 1933, la CNT no se lo piensa dos veces y convoca una huelga general revolucionaria que arranca el sábado 8 de diciembre y se extiende sobre todo por Aragón, Cataluña, León y Andalucía. En Bujalance, localidad agrícola con 14 000 habitantes y varios miles de afiliados a la CNT, la situación era tensa ya en ese momento por la muerte reciente de un patrón tiroteado en un camino. El día 11 de diciembre se declara en el pueblo la huelga general y vecinos armados recorren las calles anunciando la proclamación del comunismo libertario. Los disparos entre huelguistas y guardias civiles, a los que se irán sumando refuerzos, comienzan al anochecer y van a seguir hasta el día 13 por la tarde, cuando dan paso a las detenciones, que llegarán a ser más de trescientas cuarenta, y las requisas de armas.

Resultaron de los hechos un muerto y dos heridos por la guardia civil y siete y cinco entre la población, a los que hubo que sumar dos detenidos, presidente y secretario del sindicato, a los que se aplicó la ley de fugas. El consejo de guerra celebrado en Córdoba en diciembre de 1935 dictó condenas entre treinta, y dos años de cárcel para diecisiete de los treinta y dos encausados.

El folleto de 1934

La colección Plus Ultra publicó mensualmente entre 1931 y 1934 folletos revolucionarios de temática diversa. Mauro Bajatierra Morán, panadero de profesión y entregado militante anarquista, fue su impulsor y también el autor de muchos de los trabajos, y resulta probable que sea él en realidad el misterioso Juan del Pueblo que firma el que nos ocupa. Los sucesos revolucionarios de Bujalance. Narración verídica de quienes fueron más que testigos iba encaminado sobre todo a difundir una versión de los hechos que pusiera de manifiesto las mentiras gubernamentales y de la prensa burguesa. Las ganancias de la edición se destinaron a ayudar a las familias de los presos

El folleto incluye extractos de un artículo de Ricardo Mella de 1893 sobre los sucesos del año anterior en Jerez, que evidencian lo poco que cambian las cosas en la triste España, aunque vengan repúblicas. Se transcribe también otro artículo, éste de Bajatierra, publicado en el diario CNT, sobre la muerte del patrono en Bujalance el 27 de septiembre, en el que relata las torturas y vejaciones a que fueron sometidos muchos vecinos del pueblo en la infructuosa búsqueda de los culpables por parte de la guardia civil. Por último, un “diario revolucionario” da cuenta de los hechos de diciembre, confrontación marcada por provocaciones y excesos represivos que culminan con la infame ley de fugas ejecutada sobre los militantes libertarios Antonio Milla Salas y José Porcel Pulido.

La reedición

El volumen recién aparecido, aparte de la introducción de José Luis Gutiérrez Molina que aclara todos los aspectos implicados, recupera la preciosa portada del folleto de Plus Ultra e incorpora una galería con las fichas policiales de algunos de los encausados, así como imágenes de los dos asesinados por la ley de fugas. Estas fotos nos ponen ante hombres que soñaron una vida libre para todos y en recompensa fueron muertos a sangre fría o quedaron atrapados en la odiosa red de direcciones generales y jefaturas, con sus documentos, sellos y rituales, que los convirtió en carne fresca para los presidios. En las cartulinas que enterraron su sueño vemos los rostros curtidos del trabajo y la lucha, y las miradas que alimentó la esperanza no dejan de interpelarnos para preguntar qué fue de todo aquello.