Primera versión en Rebelión el 3 de junio de 2015

El tiempo que va de las fraudulentas elecciones de junio de 1910 a febrero de 1913 es crucial en la historia de México. Tras una fullería que pone fin a la esperanza generada por el dictador Porfirio Díaz al anunciar su renuncia en 1908, la insurrección prende con fuerza y se extiende por  todo el territorio de la república. Pero no es esta una guerra civil al uso en la que grupos oligárquicos lleven a masas alienadas al matadero para decidir su hegemonía, o al menos, no es simplemente eso. Merece señalarse que algunos de los contendientes en esta pugna plantean propuestas que se cuentan entre las más notables que ha producido el pensamiento emancipador de la humanidad. Magonismo y zapatismo quedan establecidos a partir de entonces como referencias imprescindibles. El historiador mexicano Rubén Trejo se concentra en Magonismo,  utopía y revolución 1910-1913 (Aldarull, 2010) en un análisis riguroso y detallado del primero de estos movimientos y pone en evidencia cómo fue capaz de desarrollar, en condiciones muy adversas, una teoría y una praxis que, a pesar de sus incoherencias puntuales, siguen resultando enormemente válidas e inspiradoras.

El libro comienza repasando el desarrollo en los primeros años del siglo XX del Partido Liberal Mexicano (PLM), en el que tenían un papel destacado los hermanos Flores Magón: Ricardo, Enrique y Jesús. En 1900 aparece el periódico Regeneración y en 1901 se realiza el Primer Congreso Liberal y se constituyen decenas de clubes por toda la república. El objetivo inicial es la lucha contra la dictadura de Porfirio Díaz desde la perspectiva de un liberalismo democrático, pero pronto va a evolucionar hacia un programa libertario o socialista en sus dos sectores más influyentes. La represión arrecia y en enero de 1904 varios de los impulsores del movimiento optan por exiliarse en los Estados Unidos para organizar desde allí la insurrección. En los años que siguen, las coacciones y encarcelamientos no cesan, pero se producen también las primeras sublevaciones en diferentes puntos de México.

1910 es el año decisivo. El movimiento en torno a Francisco Madero, plataforma del reformismo burgués que contaba con algún apoyo en el PLM, es derrotado en las fraudulentas elecciones de junio, y ello da la razón a los más levantiscos. La consigna del día es: “Mexicano: tu mejor amigo es tu fusil”. A partir del 3 de septiembre de 1910 vuelve a editarse Regeneración, vehículo insustituible para “iluminar conciencias, templar caracteres y despertar santas rebeldías”, en el que coexisten fraternalmente las tendencias ácratas y socialistas que habitaban por entonces el PLM. El periódico tiene un papel destacado en las campañas de prensa que se desarrollan a nivel internacional contra el “diazpotismo”. A finales de año se alzan los maderistas, pero el PLM rechaza una coalición con sectores que representaban los intereses de clase de la burguesía excluida del régimen exclusivo y dictatorial de Porfirio Díaz, netamente opuestos a los de las masas explotadas.

No obstante, por esas fechas, sin mediar pacto ni alianza, toman las armas también los pelemistas para acelerar la caída de Diaz y reivindicar una componente de profunda liberación económica en el proceso revolucionario que arrancaba. Esta se resume en la frase: “Tierra y libertad para todos”. El libro describe en detalle la sucesión de acontecimientos en aquellos meses decisivos. En diciembre de 1910 hay ya algunas escaramuzas y cae Práxedis Guerrero, hábil pluma y talento militar, lo que fue una gran pérdida para el sector libertario del PLM. Sigue la lucha en enero, con actuación combinada en ocasiones con fuerzas maderistas, y poco después la bandera roja con el lema “Tierra y libertad” ondea en diversos lugares tras combates encarnizados, mientras el gobierno gringo ofrece su apoyo a Díaz para aplastar a los insurgentes.

No faltan desafecciones en el campo magonista y además a finales de abril los maderistas comienzan negociaciones de paz con Díaz, al tiempo que se produce una dura escalada entre Madero y los pelemistas.  Estos eran en ese momento aproximadamente treinta grupos guerrilleros, nutridos de mexicanos y estadounidenses, con abigarrada mezcla de campesinos e intelectuales, que elegían a sus jefes y subjefes y se coordinaban con dificultad entre sí y con una Junta Organizadora establecida en los Estados Unidos. Allí se editaba Regeneración, y se constituyen por esa época casi un centenar de “Grupos Regeneración”, integrados sobre todo por inmigrantes, para promover actividades de apoyo a la revolución que se desarrollaba en México.

El mes de mayo de 1911, porfiristas y maderistas firman los Tratados de Ciudad Juárez que establecen la renuncia de Díaz y la convocatoria de nuevas elecciones, pero los magonistas no deponen las armas y llaman a los maderistas a unirse a ellos hasta el triunfo final de la revolución. Serán duramente perseguidos por fuerzas combinadas de maderistas y federales, y se prohibirá incluso la circulación de Regeneración. La guerra de clases llegará así a su desenlace natural, la burguesía olvida sus diferencias para aplastar al proletariado más combativo y perpetuar la explotación. Sin embargo, muchos socialistas mexicanos y estadounidenses son partidarios de incorporarse al marco político que ofrece el maderismo y rompen con los libertarios que preconizan la continuación del movimiento insurreccional. En la renuncia de Díaz hay que ver además la retirada del apoyo de la elite estadounidense, descontenta con algunos comportamientos de este que la perjudicaban.

Rubén Trejo analiza después las relaciones entre los elementos revolucionarios mexicanos y estadounidenses durante estos meses, marcadas por una estrecha colaboración e influencia mutua. La Junta Organizadora del PLM laboraba desde los Estados Unidos y cuando sus dirigentes son liberados en agosto de 1910, se concentran en apoyar la sublevación que se preparaba en México, para lo cual contaron con importante ayuda autóctona. También tratan de organizar a los inmigrantes, explotados de forma escandalosa, y se propugna una integración en el movimiento sindical estadounidense, que avanza a buen ritmo. Otra actividad fueron las campañas para evitar una intervención militar en México que era propiciada por los intereses económicos en juego.

Tras la renuncia de Díaz, el  presidente interino Francisco León de la Barra se propone “pacificar” el país y convocar elecciones. Fuerzas maderistas y federales acometen a los magonistas y logran arrebatarles dos plazas importantes: Tijuana y Mexicali; un duro revés. En estas operaciones, el gobierno estadounidense autorizó el tránsito de tropas mexicanas por su territorio. La lucha continúa, no obstante, en otras regiones con convergencia en ocasiones de libertarios e indígenas mayos y yaquis que rechazan  someterse. Paralelamente se dan en el sur ocupaciones de tierras por fuerzas como las del general Emiliano Zapata, que son vistas con entusiasmo por los magonistas, y se producen huelgas que estos tratan, con escaso éxito, de que se conviertan en revolucionarias y expropien las factorías para implantar la autogestión.

Siguen combates en el final del verano y el otoño de 1911, de los que se da cumplida cuenta, con malos resultados para los pelemistas, que pierden su última baza de imponer su programa. Vencedor en las elecciones de octubre, Francisco Madero practica un reformismo con intermediación en las relaciones entre obreros y empresarios y una tímida política agraria, pero habrá de enfrentarse a unas masas rurales que juzgan esta insuficiente y exigen, con las armas en la mano, las tierras que se les niegan desde el poder. Es el levantamiento zapatista del sur, cuyas conexiones y afinidades con el magonismo se discuten también en detalle. Se constata sobre todo la espontaneidad de un movimiento que vertebra la lucha por la tierra y el autogobierno de los campesinos mexicanos, sin que sea necesario etiquetarlo más. Mientras tanto, las fuerzas de la reacción conspiran contra Madero, al que acusan de excesivas concesiones y debilidad con los revoltosos.

Cuando en el segundo semestre de 1911 se subleva el general Bernardo Reyes, hay comunicación con los magonistas e incluso comienzos de una colaboración con estos elementos burgueses y capitalistas. Aunque esta estrategia se defendiera como un recurso para conseguir armas (sumándose a sus filas y desertando luego) no deja de ser una traición a los principios que sólo sirvió para sembrar confusión y cosechar fracasos. En esta época y los primeros meses de 1912 también se alzan contra Madero, Emilio Vázquez Gómez y el general Pascual Orozco, con el apoyo de algunos pelemistas, banderas rojas y una retórica revolucionaria que es desenmascarada por Ricardo Flores Magón desde Regeneración. Entre mayo y julio son derrotados.

Pequeñas guerrillas magonistas siguen durante 1912 en una actividad residual que no representa peligro real para el gobierno. En esta época, aparecen artículos en Les Temps Nouveaux de Jean Grave, referencia del anarquismo internacional, que cuestionan el carácter libertario del movimiento pelemista; la polémica se resuelve cuando tercia Piotr Kropotkin señalando su naturaleza genuinamente revolucionaria. No obstante, el golpe más duro fue el proceso y encarcelamiento de los miembros de la Junta Organizadora en Estados Unidos en junio de ese mismo año. Liberados en enero de 1914, su capacidad está muy mermada y además serán encerrados de nuevo en varias ocasiones por sus protestas contra las políticas de los gobiernos norteamericano y mexicano. Ricardo Flores Magón murió asesinado en la penitenciaria de Lebenworth en noviembre de 1922.

El final del libro sintetiza las claves ideológicas de estos luchadores de la libertad, sólidamente incardinadas con su acción revolucionaria. Las raíces hay que buscarlas en la oposición a la dictadura de Díaz, que en un principio se ciñe a un liberalismo del que surge el PLM. Cuando la dura represión de estos intentos reformistas lleva a sus dirigentes al exilio, es allí donde su pensamiento evoluciona, en unos casos hacia el socialismo y en otros, como el de Ricardo Flores Magón, hacia el anarquismo. Entre 1905 y 1906, este llega a la conclusión de que solamente una libertad económica que aniquile la esclavitud del salario puede hacer posible el auténtico desarrollo del individuo. La propiedad privada se convierte así en el origen de todos los males sociales y se defiende el anarco-comunismo, aunque formulas colectivistas como las de los zapatistas o los grupos indígenas son saludadas con entusiasmo.

Se constata la evolución desde un planteamiento basado sólo en la libertad individual hacia otro que involucra a clases sociales, con una teoría de la revolución que se fija como objetivo que los protagonistas del proceso sean usufructuarios de sus resultados. Transformación política y económica quedan así hermanadas, y poder y explotación han de ser liquidados de una vez. Esto exige la emancipación de las masas, que han de aprender a actuar por sí mismas. La dura represión obligó a trabajar con una dirección radicada en los Estados Unidos y agrupaciones secretas en territorio mexicano, y con una estructura centralizada que pervivió tras la conversión al anarquismo. No obstante, de ninguna forma era esta la de un partido al uso aspirante al poder.

Para el problema agrario, los magonistas defendían la expropiación directa de la tierra sin esperar la intervención del estado, una solución comunista contrapuesta a la división de las haciendas en pequeñas fincas que propugnaban otros. Consideraban esto un paso esencial en la revolución anticapitalista, que debía ser seguido por los obreros tomando las fábricas. Insistían también en igualar derechos de hombres y mujeres, y eran plenamente conscientes de que su lucha se enfrentaba a un sistema global de explotación y requería la solidaridad de todos los trabajadores del mundo.

Aparte de un análisis del pensamiento y la praxis libertaria que han quedado en la historia con el nombre de magonismo, el libro contiene un relato detallado de las operaciones militares con información sobre las fuerzas que actuaban y las políticas de alianzas en cada estadio de la compleja trama. Un rico aparato de notas a pie de texto justifica lo expuesto al tiempo que ofrece al lector la posibilidad de enriquecer su visión de cada asunto. En suma, una ocasión única de aproximarse a un momento decisivo de la historia de México, uno de esos pocos en los que tal parece que la utopía de un mundo sin explotación estuvo al alcance de la mano.