Primera versión en Rebelión el 13 de junio de 2023

La escritora norteamericana Fiona Jeffreys entrevista en este volumen a nueve investigadores y activistas sobre el rol del miedo en el mundo desequilibrado que nos ha tocado vivir. Las reflexiones y experiencias reunidas permiten concluir que esta emoción, frustrante y desmovilizadora en un principio, puede servir sin embargo para encontrar respuestas afectivas que enriquezcan nuestra visión. El libro, aparecido en inglés en 2015, acaba de ser editado en castellano en Chile por Tiempo Robado (trad. de Javiera Mondaca).

En la introducción de esta nueva versión, Jeffreys confiesa que cuando comenzaba a trabajar en el proyecto le impresionó la idea de los zapatistas mexicanos sobre el miedo y la soledad que marcan a la sociedad humana en el capitalismo tardío y sobre el papel positivo que pueden llegar a jugar si nos impulsan a la acción colectiva contra sus causas. Estos pensamientos maduraron luego durante la pandemia y contemplando las luchas sociales que emergen en nuestros días en escenarios muy diversos, y propiciaron la conclusión de que las crisis y el temor que éstas crean pueden ser un catalizador del sentimiento comunitario. Resulta así que el antídoto contra el miedo no es la valentía, sino la solidaridad a través de la cual somos capaces tal vez no de superarlo completamente, pero sí de dotarlo de sentido.

Historia y teoría contra el desasosiego del capital

El primer entrevistado es el historiador Marcus Rediker, que ha estudiado los movimientos de resistencia de los siglos XVII y XVIII contra la globalización de la explotación económica, protagonizados por esclavos, marineros y piratas. Él comienza comentando algo de su propia biografía, marcada por unos orígenes de clase obrera y las luchas sociales de los 60 y 70. Investigador de la vida en el entorno del Atlántico, Rediker enfatiza la violencia que caracterizaba el trabajo en los barcos, incluso los no esclavistas. Los que perdían su forma de existencia en el campo, por los cercamientos, eran condenados de aquella a una dura odisea a través de los mares que solían concluir mendigando tullidos por los puertos, y por esto el salto a la piratería era algo normal. Es esencial considerar que la violencia marca todo el proceso, y no es difícil darse cuenta de que ésta se prolonga en las de hoy mismo. Sin embargo, la historia demuestra que la organización de “los de abajo” puede siempre resistir esa violencia y crear alternativas. Se descubre también que contra el miedo que nos imponen, es posible además la catarsis luminosa de un sano humor. Reírse de todo y poner la propia vida en juego podría ser una buena síntesis de la existencia que escogían los piratas.

La socióloga Silvia Federici, que ha destacado por sus críticas a la globalización capitalista, señala en su entrevista la importancia de las luchas comunitarias para superar el efecto paralizante del miedo impuesto desde el poder. Resalta sin embargo la diferencia entre el combate contra el fascismo, por ejemplo, y las batallas más desdibujadas del presente, en las que uno no tiene claro por qué debe correr riesgos y la autocensura es frecuente. Su experiencia en Nigeria en los años 80 le permitió comprobar los resultados devastadores de las políticas exigidas por el BM y el FMI, que suponen otra vuelta de tuerca de la opresión colonial. Allí tomó contacto con movimientos vigorosos de comunalismo y pugna por la tierra, objetivos demasiado marchitos en Europa, que se convirtieron en ejes de su pensamiento. En sus respuestas afloran también otros temas de sus investigaciones, como la caza medieval de brujas o la violencia actual contra las mujeres, en la que ve en muchos casos una secuela brutal del miedo que generan en los varones sus intentos de emancipación.

El geógrafo David Harvey ha escrito extensamente sobre ciudades y cambio social. Según él, el miedo a las represalias de los poderosos puede resultar paralizante mucho tiempo, hasta que bruscamente se impone la opinión de que es imprescindible luchar, a pesar de los riesgos, y se produce un levantamiento. Insiste también en que el temor es universal, y el de la clase dominante a perder sus privilegios es otro factor esencial en la historia. El rediseño urbano de París, por ejemplo, durante el II Imperio está marcado por ese recelo, y de la misma manera, en los Estados Unidos tras la II Guerra Mundial, la inquietud ante el experimento del socialismo real promovió la creación de una clase media vigorosa que compartiera algunos de los bienes generados por el sistema. Sin embargo, el modelo se agotó y el recambio fue el neoliberalismo, que se desarrolló en una serie de etapas: Nueva York, México, y al fin las privatizaciones y desregulaciones globales, al tiempo que el capitalismo reducía su tasa de ganancia y se hundía en una espiral financiera. En este contexto, las inevitables crisis sucesivas tensan a la clase obrera y no es descartable que el miedo pueda pasar de producir parálisis a catalizar un estallido. Para que esto fructificase serían necesarios intelectuales capaces de ver más allá de la política convencional. La conciencia del desastre en el que estamos inmersos y no hace más que agravarse debe ser el revulsivo para aguzar el ingenio y buscar alternativas.

La socióloga Nandita Sharma es una experta en las migraciones contemporáneas que impulsa el mercado globalizado. De joven vivió en la India la fascinación de los colonizados por un nacionalismo liberador, pero pronto aprendió que los estados y sus fronteras forman parte más del problema que de la solución. Estas barreras defensoras de privilegios ejercen una violencia física y psicológica, pero son incapaces de detener la marea humana que movilizan las guerras y desgracias del capital. El estado crea enemigos amenazantes y blinda su territorio, pero permite el paso a algunos, con escasos derechos, que serán explotados al límite. Sharma critica la mentalidad “anti-tráfico”, que esquematiza demasiado y no aborda el origen de los males. En su opinión, la frontera funciona como “un organizador de los límites del amor”, y el “nacionalismo asustado” es en realidad un eficaz instrumento del capital para extraer sus ganancias y mantener el orden. La única solución sería la construcción de un “nosotros” planetario, sujeto de derechos, empeño en el que trabajan los movimientos No Borders, dispuestos a superar el apartheid global que caracteriza nuestro mundo.

El sociólogo John Holloway se declara inspirado por los zapatistas y por las experiencias autónomas que crecen en los márgenes del sistema y evidencian su vulnerabilidad. Procedente de la tradición marxista, insiste sin embargo en sus libros en las posibilidades de emancipación que pueden plantearse sin tomar el poder. Su punto de partida teórico es la idea de que el estado es una construcción del capitalismo y por tanto cualquier transformación del modelo económico ha de requerir un trabajo al margen del estado. En este sentido, asegura que su traslado de Inglaterra a América fue iluminador, pues acá existe un cuestionamiento del capitalismo que no se da en Europa. En su opinión, el miedo juega un papel crucial en la dominación que se nos impone, pero el control nunca es total por la conciencia de la propia dignidad, que nos demuestra que el capital depende en realidad de nosotros. Las grietas en el muro del sistema de explotación se abren cuando manifestamos nuestro rechazo a ser impotentes frente a él y esto implica grandes planes y estrategias, pero también un cambio de mentalidad y mucho sentido del humor. Los zapatistas construyen una nueva sociedad, pero no renuncian a la imaginación y la poesía, y a poner en el centro a los que siempre han sido orillados.

Las ideas en la práctica

La escritora y periodista Lydia Cacho ha investigado asuntos clave de violencia contra los más débiles en su México natal. De la mano de su madre activista conoció ya de niña la marginación y la injusticia, y creció con el anhelo de hacer algo por aliviarlas. Actualmente vive en Cancún, donde ha creado el primer refugio para mujeres maltratadas de la ciudad, un lugar secreto y muy protegido que cumple la labor esencial de defender a las que todos abandonan. En México la corrupción es universal, ya desde la colonia, y la forma política de los últimos decenios puede definirse como una dictadura, aunque en el mundo no tenga imagen de tal. El machismo impregna la vida social y ése ha sido el principal caballo de batalla de una mujer que ha sido amenazada e intimidada y ha visto sus alegaciones a favor de niñas violadas estrellarse en los tribunales. Respecto a la violencia sexual, su conclusión es que más allá de ésta, lo más traumatizante para las víctimas es el abuso de confianza y la traición.

La escritora y organizadora social Sandra Morán ha trabajado con el Movimiento de Mujeres de Guatemala, que busca justicia para las víctimas del feminicidio ocurrido en el país tras la guerra civil, entre 2000 y 2012, y ha resistido a pesar del hostigamiento, derrochando coraje. En sus respuestas Morán describe el proceso que se vivió desde los años 90, en el que hallaron su propio camino rechazando la tutela del estado. Las escuelas fueron un instrumento importante, incentivando la alfabetización y el análisis de los problemas sociales, e indagando las raíces profundas de la violencia y la desigualdad. En este empeño se reveló extraordinariamente útil un arte vigoroso de poesía, música y murales, que llama a la indignación y afirma la dignidad. Esto es heroico en un país en que la impunidad de los poderosos es un vicio secular.

Gustavo Esteva, recientemente fallecido, fue un sociólogo mexicano, fundador de la Universidad de la Tierra, en Oaxaca. En sus respuestas recogidas en el libro repasa la trayectoria de esta institución, surgida para atender a la formación de los hijos de los indígenas que rechazaban la escolarización. Recuerda también su colaboración con los zapatistas y su interés por los movimientos sociales, actividades alimentadas siempre por la esperanza, un antídoto contra la resignación que nos paraliza. Confiesa que unas tentativas guerrilleras en su juventud hicieron de él un partidario convencido de la no violencia, pero cree que es justo defenderse de una agresión si no hay otra alternativa, y por eso apoyó el levantamiento de los zapatistas en 1994, cuando todos los intentos pacíficos se rebelaron impotentes ante la persecución que sufrían. La comuna de Oaxaca en 2006 ha dejado muchas heridas abiertas y una penosa sensación de miedo, pero la resistencia está viva y se trata de organizarla, sin caer en la trampa de una violencia que sólo favorece a los poderosos. En opinión de Esteva, las armas deben ser sólo un recurso extremo para aquellos cuya debilidad los condena al exterminio.

La artista teatral y educadora guatemalteca Wendy Méndez cofundó la sección en su país de HIJOS, movimiento que agrupa a los descendientes de víctimas de desaparición forzada por su militancia política en toda Latinoamérica, y conjuga arte urbano, teatro callejero y activismo en su afán por la memoria y la justicia. En su aportación al libro, Méndez recuerda las torturas que sufrió en 1984 junto a su madre, después asesinada, y su exilio posterior en Canadá. Tras su regreso a su país, se dedicó al activismo sintiendo que sólo éste podía ayudarla a cerrar las heridas del pasado, y acabó descubriendo que toda la sociedad se beneficiaba de esta labor, pues a través de ella lo reprimido salía a la luz. Su trabajo plantea además una esperanza para el porvenir, imprescindible pues la injusticia secular no ha cesado e incluso siguen dándose casos de desapariciones hoy día. Los murales a veces son borrados y no faltan coacciones, pero reivindicar la memoria histórica es la única forma de combatir la ignominia y comprometerse por un futuro mejor.

El miedo es la gran arma del poder, y trabaja para él en el interior de cada uno, a través de una domesticación que ha sido un éxito completo. Sin embargo, ese sentimiento casi siempre paralizante, es capaz a veces de impulsarnos a la acción, cuando vemos amenazadas raíces poderosas que la doma no ha conseguido destruir: la dignidad de sentirnos humanos, y un espíritu solidario que nos hace agitarnos ante la injusticia. Con Nada que perder, salvo nuestro miedo, Fiona Jeffreys nos ofrece una melodía coral de reflexiones y experienciasque muestran cómo en ocasiones el miedo encuentra alivio en juntarse con otros miedos para trabajar por un mundo libre de su maleficio.